Blogia
DNJ

La batalla de Covadonga.

La batalla de Covadonga. La batalla de Covadonga.

Todo lo que esta ocurriendo tiene un mismo trasfondo. La falta de identidad y mitos que los españoles de hoy en día padecemos. Poco a poco mitos como el de Don Pelayo van cobrando una importancia añadida entre los jóvenes nacionales. El próximo día diez de Septiembre, DN realizará un homenaje a este Héroe en Cangas de Onis. Por eso creo necesario enviar a vuestra web este articulo que habla sobre a dimensión histórica del iniciador de nuestra reconquista.

La escasez de información que existe sobre este periodo de nuestra historia ha dado lugar a que algunos de los hechos contados tengan varias perspectivas y versiones. He intentado comparar y contrastar la mayor cantidad de información posible para dar la versión más cercana a la realidad. Sólo en los casos en los que la información sea totalmente opuesta o muy confusa escribiré las dos o más versiones de la historia.

Acerca de la batalla de Covadonga se puede decir que reina una gran confusión. Antes se tendía a mitificar los hechos ocurridos en la batalla; esto se llevaba a cabo por los cronistas cristianos. Hoy en día hay una tendencia a desmitificar la batalla basándose en los cronistas musulmanes (1). He intentado ser lo más objetivo posible con la información de la batalla. Estos dos puntos de vista son totalmente distintos: por un lado los musulmanes llegaron a hablar de una batalla contra los cobradores de tributos, y por el otro lado los cristianos llegaron a hablar de 187.000 soldados musulmanes.

El Héroe
De don Pelayo, Hijo del duque Favila, vástago del rey Rodrigo, no se conoce el lugar de procedencia. De él se ha dicho que es astur, vasco, toledano, gallego, leonés... etc, (2) lo que sí está claro es que es de origen visigodo. Sí se conocen otros datos desde su lucha en Guadalete hasta la llegada a la reunión en Cangas de Onís: Luchó en la batalla de Guadalete, de la que escapó con vida hacia Toledo. De allí salió hacia Asturias junto con Urbano, arzobispo de Toledo, y las reliquias cristianas. Se ve que como descendiente de duque visigodo, ocupó un puesto significativo relacionado con la antigua administración del territorio que seguía vigente desde los visigodos. Al parecer Munuza, valí de Gijón (3), le envió a Córdoba como un jaray, o impuesto territorial (2). Aprovechando la ausencia de Pelayo, Munuza se casó con la hermana de Pelayo ya que este se oponía a la unión. Hasta ahora Pelayo había cooperado con las nuevas autoridades. De Córdoba se fugó al cabo de un año, entre Marzo y Agosto del 717. Tras él fueron algunos perseguidores con intención de prenderle. Se conoce que cruzó por Brece (pequeño pueblo leonés en la antigüedad) y cruzó como pudo el Piloña, que desemboca en el Sella. Una vez pasado esto llegó a Cangas de Onís donde se estaba celebrando una reunión de mandatarios visigodos.

La reunión de Onís
Don Pelayo llegó a la ciudad después de escapar de Córdoba. Después de lo sucedido con su hermana y de que Witiza matara a su padre estaba dispuesto a levantar un foco de resistencia a la invasión musulmana (3). La oportunidad se le presentó cuando vio que en Cangas de Onís se celebraba una reunión de duques y mandatarios visigodos. En esta reunión Pelayo habló de sublevación y mencionó a sus antepasados. Al parecer persuadió a los demás dirigentes con la idea de que el sur de España era una propiedad suya que les habían robado los invasores y por lo tanto tenían que recuperar. El término de “Reconquista” es muy posterior a Pelayo. También habló de aprovechar el alto en la campaña musulmana del norte ya que tenían otros enemigos más importantes (4).

Allí se dice que fue elegido rey, lo cual es improbable. La teoría más apoyada es que simplemente fue elegido jefe militar de sus tropas en el año 718. Como dijo Sánchez-Albornoz, “No hubo allí corte, gobierno ni monarca, sino un caudillo y sus guerreros” (5).

En esta misma reunión se dio el primer paso, no heroico, pero sí decisivo. Se acordó el dejar de pagar el jaray y el yizia, o los impuestos territoriales. Esto suponía que Asturias, y en especial Cangas de Onís, se sublevaba contra Al-Andalus. Hay pequeñas escaramuzas militares por todo el reino y Munuza se ve obligado a pedir ayuda a Córdoba. Los generales musulmanes aprovechan esto para conseguir una victoria fácil que les suba la moral, especialmente necesaria después de las sucesivas derrotas en Septimania.

Covadonga, el sitio idóneo
Pelayo se había enterado de que hacia Asturias se dirigían tropas musulmanas y era hora de preparar una estrategia. Primero debería reunir un ejército. Todas las fuentes coinciden en que Pelayo estaba al mando de unos 300 hombres armados. El camino que deberían seguir las tropas musulmanas era a través de los Picos de Europa. La Cova Dominica, ahora Covadonga, dedicada a la Virgen María era el lugar perfecto para la defensa.

“Se ahonda y profundiza el valle, los cerros se convierten en montañas y al cabo se cierra por completo la garganta” (2). Los abruptos cerros, los caminos entre muros y precipicios junto con los senderos que obligan a dar la vuelta son un buen lugar para una batalla si se conoce el terreno. Si además del amparo de los Picos de Europa encuentras una cueva en la cual esconderte, encima de un camino por el que hay cerros alrededor, has hallado el sitio idóneo. Así es Covadonga y así es el lugar que eligió Pelayo para enfrentarse a su enemigo. Los “asnos salvajes”–así llamaban los musulmanes a los rebeldes del norte– tenían la ventaja de conocer el terreno en el que se desarrolla todo como la palma de su mano, atacar desde arriba y tener la agilidad de trepar o descender por esas paredes. Los musulmanes, al mando de Alqama (2), conocían el terreno abrupto de las montañas de Marruecos pero iban a ciegas por los inexplorados senderos que se crean en los Picos de Europa. Otra desventaja es que Alqama a pesar de tener experiencia no había demostrado ser un gran capitán en cuanto a estrategia se trataba (2).

La Batalla
El 28 de Mayo del año 722 fue la fecha en que sucedió. El número de tropas musulmanas es incierto, se ha dicho que fue una pequeña escaramuza y también que fueron 187,000. Tanto Sánchez Albornoz (2) como Juan Antonio Cebrián (3) coinciden en que fueron unos cuantos miles, diciendo el segundo, que fueron 20,000. Pelayo contaba con trescientos hombres que distribuyó de la siguiente manera: dos tercios fueron a los cerros de alrededor y unos cien hombres junto con Pelayo se quedaron escondidos en la cueva (3). Cuando las tropas musulmanas estaban al alcance, los Astures colocados en los cerros empezaron a disparar flechas y a arrojar piedras. Los musulmanes se defendieron con saetas pero sin que surtieran ningún efecto. Las tropas musulmanas no pudieron organizarse debido a lo estrecho del camino y a lo abrupto del terreno. Ni recibían órdenes ni tenían capacidad de movimiento debido a su gran número. A la vez que los soldados escondidos salían de la cueva que para los musulmanes había sido invisible hasta el momento, los “asnos salvajes” saltaron de los cerros sobre los soldados musulmanes dividiéndolos en dos grupos. El pánico se apoderó de ellos y huyeron como pudieron. Alqama murió en la batalla y Oppos, el cristiano traidor, fue capturado. Todas las fuentes coinciden en la estrategia seguida, aunque Sánchez Albornoz (2) es el que lo explica con más detalle.


El Mito
Cuenta la historia que durante la batalla de Covadonga, se abrieron los cielos y se distinguió una figura. Era una cruz la que estaba plasmada. Don Pelayo entonces juntó dos palos de roble en forma de cruz. Los alzó sobre el campo de batalla en el que se situaban los musulmanes y llovieron piedras sobre ellos. Así, los cristianos derrotaron a los ejércitos herejes a base de piedras desde la cueva de Covadonga donde se encontraba la Virgen María. Otra versión de la historia dice que cuando Don Pelayo alzó la cruz en el campo de batalla, el general musulmán (Alqama), falleció y los musulmanes al ver esto se retiraron y huyeron de la batalla. Una vez vencidos los musulmanes, la corona de la Virgen María brillaba con esplendor dentro de la cueva (3) (6).

La Trascendencia de la Victoria
Cuando Munuza recibió la noticia de que el rebelde “asno salvaje” había derrotado al ejército enviado por Córdoba se retiró de Gijón y Asturias quedó como un gran foco de resistencia. Pelayo entonces instaló la capital en Cangas de Onís, y desde allí gobernó el reino rebelde. Las noticias de la victoria de Pelayo pronto llegaron a todos los rincones de los territorios cristianos y pronto Pelayo dispuso de 150 caballos y 8.000 infantes (3). Con estas tropas se dispuso a la conquista de León, donde estaban fortificados los muchos soldados que habían escapado de Covadonga. No se sabe qué pasó con el ataque, y tampoco parece que tenga mucho soporte. La victoria de Pelayo dio moral y esperanza a los cristianos que se habían refugiado en el norte. Era la primera vez que se venció a los musulmanes y se puede decir que fue la primera batalla de “La Reconquista”, el término aún no se utilizaba.

Cuando Pelayo murió por enfermedad en el 737 dejó el trono a su hijo, que murió a los dos años por el ataque de un oso cuando estaba de caza. Pelayo fue enterrado en Santa Eulalia, cerca de Covadonga y más tarde sus restos fueron llevados a la propia cueva.

La Cruz que forjó Pelayo según la leyenda en la batalla, ha permanecido hasta nuestros días en el escudo oficial de la bandera de Asturias y en la cruz que mandó forjar Alfonso III el Magno y que hoy se encuentra en la Santa Catedral Basílica.

“Trae de azur la Cruz de la Victoria, también llamada de Pelayo, revestida de oro y piedras preciosas por Alfonso III el Magno en el Castillo de Gauzón, trasladada después al relicario de la Santa Catedral Basílica donde se resguarda; penden de sus brazos las letras A (Alpha) y ? (Omega), primera y última del abecedario griego, simbolizando a Cristo, principio y fin de todo lo creado; y por orla, alrededor del escudo, las palabras “Hoc signo teutur pius” a la diestra, y “Hoc signo vincitur inimicus” a la siniestra de oro” (6). (Ciriaco Miguel Vigil, “Heráldica Asturiana”. Oviedo 1892)

El Término Reconquista
Esta expresión apareció más tarde, en tiempos de Alfonso III, para dar moral a las tropas cristianas en la conquista de la Península. Puso en boca de Don Pelayo las siguientes palabras:

“En Cristo esperamos que por este cerro que aquí veis vuelva la salvación en España y la restauración en el ejército del pueblo Godo... Esperemos que su misericordia venga a recuperar la Iglesia, o sea, el pueblo y el reino” (4).

De aquí y de la idea goda de que el Sur era suyo, que había que recuperar lo robado por los musulmanes, salió el término de “Reconquista”. Es muy curioso que los demás países no iniciaran algo semejante en situaciones parecidas. La resistencia que siempre ha tenido el norte de la península a las invasiones como la romana, es muy peculiar y puede que se deba al aislamiento que siempre ha sufrido debido a la situación geográfica (2).

Notas:

1. Besga Marroquín, Armando “Los Orígenes de la Reconquista”, en Historia 16, 323, (2003) Págs. 29-35.

2. Sánchez Albornoz, Claudio: Orígenes de la Nación Española, El reino de

Asturias, Madrid, Sarpe, 1985

3. Cebrián, Juan Antonio: La Cruzada del Sur, España, La Esfera de los Libros,

2003

4. W. Lomax, Derek: La Reconquista, España, Crítica, 1984

5. Benito Ruano, Eloy(Real Academia de la Historia) “La Monarquia Asturiana”, en

Historia 16, (1989) págs 52-57

6. Mis abuelos, me contaron la versión que les habían contado a ellos en el colegio; los dos son asturianos

7. http://www.almargen.com.ar/sitio/seccion/cultura/himno2/

0 comentarios